El valle de la muerte es otro de los lugares asombrosos y misteriosos del planeta y a la vez uno de los mas tenebrosos, segun arqueologos y cientificos que se atrevieron a experimentar en el lugar dias despues de haber realizado la expedicion en busca de los famosos calderos ovnis sufrieron enfermedades provocadas por radiacion y por consiguiente ya no continuaron la expedicion por miedo a perder la vida por lo tanto aun queda en el misterio tan asombroso lugar.
A unos 800 kilómetros de Tunguska, en la Yakutia siberiana.El suceso del Podkammenaya Tunguska está bien documentado y sigue
siendo uno de los raros enigmas científicos compartidos tanto por
hombres de ciencia estrictos como por los investigadores límite, pero de
lo que supuestamente pasó hace ocho siglos en la zona del río Olguidakh
sabemos bien poco. El lugar es respetado, si no temido, por los nativos
-como ocurre con la Siberia en general, una tierra hostil que más vale
tratar con tiento: kanun kotan, la tierra de los dioses
malignos- y existe la creencia de que quien se queda demasiado tiempo
allí enferma y muere: por ello las tribus nómadas yakutias lo llaman Uliuiu Cherkechekh, el Valle de la Muerte.
Por lo visto este valle -o valles- rodeado de taiga (bosques antiguos
de coníferas, cerrados y poco transitados) es una zona pantanosa
infestada de mosquitos y con poca caza, lo cual de por sí justifica el
nombre y el abandono por parte de los nativos. La leyenda habla de
grandes construcciones hemisféricas de metal semienterradas, en las
cuales no es juicioso permanecer demasiado tiempo. Estas estructuras,
llamadas por los locales olguis (calderos) o kheldyu (casas de hierro), están asociadas a fenómenos extraños y enraizadas con la tradición popular que las atribuye a los demonios Niurgun Bootur y Tong Duurai.
Ya en 1853, Richard Karlovic Maak, explorador conocido de la región, escribió: “En
Suntar [una aldea yakutia] me dijeron que en los cauces superiores del
Viliui hay una corriente llamada el Timirbit de Algy (que se traduce
como” la gran caldera hundida”) que fluye en el Viliui. Cerca de su
banco en el bosque hay una caldera gigantesca hecha de cobre. Su tamaño
es desconocido ya que solamente el borde es visible sobre la tierra,
pero varios árboles crecen dentro de él.” En general las
descripciones modernas parecen describir unos objetos de seis a nueve
metros de diámetro que asoman del permafrost; sus paredes, de unos dos
centímetros de grosor, en ocasiones aparecen partidas. El material que
las constituye es similar al cobre pero recubierto de un pavonado oscuro
muy resistente, en el que los cinceles no dejan huellas y los picos
rebotan (¿no recuerda esto al interior del Pozo de la Media Luna en los montes Tatra, que también era esférico?).
En 1936
un un geólogo dirigido por nativos encontró uno de estos hemisferios de
metal, de color rojizo, sobresaliendo de la tierra con un borde tan
agudo que “cortaba una uña”. Se erguía inclinado de tal modo que era
posible montar debajo de él en un reno. El geólogo envió una descripción
de esto a Yakutsk, el centro regional. En 1979, una expedición arqueológica de Yakutsk procuró encontrar el hemisferio sin éxito.
Todas estas estructuras estarían situadas en un área cercana a lo largo del río que mencionamos antes, un tributario del Viliui cuyo nombre (Olguidakh) significa precisamente Río de las Calderas.
Pero, ¿son de factura humana o son fenómenos geológicos? Si son
artificiales ¿Qué antigüedad tienen? ¿Se han llegado a investigar
adecuadamente en tiempos modernos?
Leyendas Modernas
Algunos de los supuestos testimonios resultan extremadamente
insólitos. Dejo aquí constancia de algunas de las mencionadas por Valeri
Uvarov en su artículo, pero ninguna ha sido contrastada de manera
fiable. Muchas de estas historias transcurren entre los años de
posguerra y los ’70, una época en que la URSS se volvió tremendamente
prolífica en asuntos del misterio: en parte como un sucedáneo
racionalizado de la religión (censurada bajo el dominio soviético) y en
parte como una forma velada de propaganda desestabilizadora dirigida a
Occidente.
En épocas antiguas, el Valle de la Muerte era parte de una ruta nómada usada por los Evenk, de Bodaibo a Annybar y de allí a la costa del Mar de Laptev. Hacia 1936, un comerciante llamado Savvinov trabajaba en esta ruta; cuando se retiró, los habitantes abandonaron gradualmente esos lugares. Finalmente, el comerciante envejecido y su nieta Zina decidieron trasladarse a Siuldiukar. En alguna parte en la tierra entre dos ríos que se conoce como Kheldyu (“casa de hierro” en la lengua local), el viejo la condujo a un arco rojizo pequeño, levemente aplanado donde -bajando por un pasadizo en espiral- había cierto número de compartimentos de metal en los cuales pasaron la noche. El abuelo de Zina le dijo que incluso durante las heladas más severas hacía calor en aquellos compartimentos.
En tiempos pasados, hubo hombres atrevidos entre los cazadores locales que durmieron en estos camarotes; pero comenzaron a caer seriamente enfermos, y los que habían pasado varias noches seguidas allí pronto murieron. De tal manera los locales aprendieron a no aventurarse demasiado en la cercanía de estas instalaciones.
Gutenev y Yuri Mikhailovsky, dos investigadores que vivían en Mirny (Yakutia), informaron que en 1971 un viejo cazador perteneciente al pueblo Evenk había dicho que en el área entre dos ríos conocida como Niugun Bootur (“ardiente campeón“) y Atadarak (“lugar del tridente“) hay sobresaliendo de la tierra una especie de estoque que da lugar a su nombre -un arpón “muy grande” de hierro, con tres puntas- mientras en el área entre dos ríos conocida como como Kheliugur (“gente de hierro“) hay una especie de madriguera de hierro en la cual se encuentra gente con ropa de hierro, delgados y obscuros y con un solo ojo. “Dijo que podría llevar a quien quisiera allí, y que no estaba demasiado lejos, pero nadie le creyó. Al cabo de un tiempo el viejo murió“.
Algunos ancianos contaban que estando en el lugar llamado Tong Duurai hay una corriente llamada Ottoamokh (“agujeros en la tierra“) y alrededor de ésta hay unas aberturas increíblemente profundas conocidas como “los abismos rientes”. Ese mismo nombre también se encuentra en leyendas que indican que ésta es la casa de un gigante ardiente que destruye todo alrededor. Aproximadamente cada seis o siete siglos, una bola de fuego monstruosa brota de allí y vuela hacia alguna parte en la distancia y (juzgando por las crónicas y leyendas de otras gentes) estalla, o estalla directamente sobre su punto de salida- como resultado de lo cual el área en cientos de kilómetros la redonda se ha reducido a un desierto chamuscado de rocas.
Las leyendas yakutias contienen muchas referencias a explosiones, a torbellinos ardientes y a esferas ardientes levantándose por el aire; y todos esos fenómenos están de alguna manera u otra asociados a las construcciones misteriosas de metal encontradas en el Valle de la Muerte. Algunas de ellas son grandes, redondas, “casas de hierro” que se mantienen en pie con numerosos contrafuertes laterales. No tienen ventanas ni puertas, solamente una boca espaciosa en lo alto de la bóveda. Algunas de ellas se han hundido casi totalmente en el permafrost, dejando solamente una protuberancia en forma de arco apenas visible en la superficie. Testigos que no se conocen entre sí describen esto como la ”casa resonante de metal“. Otros objetos dispersos a través del área son tapas hemisféricas metálicas que cubren algo desconocido. Las leyendas yakutias dicen que las esferas ardientes son producidas por ”orificios que arrojan humo y fuego” con una “tapa de hierro que golpea”.
En los años 50, los militares soviéticos inspeccionaron esta área, evidentemente debido a la población excepcionalmente escasa en sus franjas norteñas, y condujeron una serie de pruebas atómicas allí. Una de las explosiones tuvo resultados inesperados, y los especialistas extranjeros todavía están especulando sobre él.
La estación Deutsche Welle de la radio alemana divulgó en septiembre de 1991 que, cuando un dispositivo nuclear de 10 kg. fue probado en 1954, por razones desconocidas la intensidad de la explosión excedió los cálculos en un factor de 2 a 3000, alcanzando 20-30 megatones -como fue registrado por los laboratorios sísmicos alrededor del mundo. La causa de una discrepancia tan significativa en la energía de la explosión sigue siendo confusa. La agencia de noticias TASS dio un aviso de que una bomba de hidrógeno compacta había sido detonada a cierta altura, pero más adelante resultó que este dato era incorrecto.
Mikhail Koretsky de Vladivostok escribe sobre sus experiencias en la región (1933, 1937 y un último viaje en 1947): “El ‘ valle de la muerte ‘ se extiende a lo largo de un tributario derecho del río de Viliui. En realidad es una cadena entera de valles a lo largo de sus tierras inundadas. Las tres veces estuve allí con un guía, un yakutio.(…) En cuanto a objetos misteriosos, hay probablemente muchos de ellos allí, en tres años vi siete de esas ‘ calderas ‘. Todas me dejaron totalmente perplejo por una cosa, su tamaño -entre seis y nueve metros de diámetro. En segundo lugar, estaban hechos de algún metal extraño. Todos lo han descrito como que estaban hechos de cobre, pero yo estoy seguro que no es de cobre. La cosa es que incluso un cortafrío afilado no marcaba las calderas (lo intentamos más de una vez). El metal no se rompía ni alteraba con un martillo. En cobre, un martillo habría dejado definitivamente abolladuras sensibles. Pero este ‘ cobre ’ estaba cubierto con una capa de un material desconocido que se asemeja al esmeril. (…) Observé que la vegetación alrededor de las calderas era anómala , totalmente diferente de la que crece alrededor. Es mas opulenta: lampazos de grandes hojas; juncos muy largos; hierbas extrañas, de una o dos veces la altura de un hombre. El grupo entero (seis personas) pasamos la noche en una de las calderas. No detectamos nada malo, y dejamos el lugar tranquilamente sin ninguna clase de experiencia desagradable: nadie cayó enfermo, excepto que tres meses más adelante, uno de mis amigos perdió todo su cabello. Y en el lado izquierdo de mi cabeza (el lado sobre el que dormí recostado), me aparecieron tres pequeñas manchas dolorosas del tamaño de una cabeza de fósforo. He intentado librarme de ellas toda mi vida, pero todavía están conmigo.”(…)
“Ninguno de nuestros esfuerzos para sacar aunque sea un pedazo pequeño de las calderas tuvo éxito. La única cosa que pude traerme fue una piedra: no una piedra ordinaria, sino que era media esfera perfecta, de seis centímetros de diámetro. Era de color negra y sin ninguna muestra visible de haber sido trabajada, igualmente era muy lisa como si estuviera pulida. La cogí del piso de dentro de una de esas calderas.”
“Llevé mi recuerdo de Yakutia conmigo a la aldea de Samarka, districto de Chuguyevka, región de Primorsky (el lejano este soviético), donde mis padres vivían en 1933. Estuve allí un tiempo sin nada que hacer y mi abuela se decidió a construir una casa. Necesitábamos poner el cristal en las ventanas y no había cortavidrio en la aldea entera. Intenté entonces cortarla con el borde de la media esfera de piedra, y resultó cortar con facilidad asombrosa. Después de eso, mi hallazgo fue utilizado a menudo como si fuera un diamante por todos nuestros parientes y amigos. En 1937 di la piedra a mi abuelo, pero ese otoño lo arrestaron y fue llevado a Magadan donde siguió viviendo sin que le hicieran ningún juicio hasta 1968, fecha de su muerte. Nadie sabe dónde terminó mi piedra.”
Koretsky enfatiza que en 1933 su guía yakutio le dijo lo siguiente: cinco o diez años antes, él había descubierto varias calderas esféricas que sobresalían por encima de la tierra a más altura que la de un hombre. Parecían totalmente nuevas. Los cazadores las habían visto posteriormente también, pero en esas ocasiones estaban rotas y dispersas. Koretsky también observó que cuando él visitó una “caldera” una segunda vez, luego de pasados pocos años, que ésta se había hundido apreciablemente en la tierra.
Leyendas antiguas
Los pueblos de esta parte del mundo no son de los que suelen aparecer
en las recopilaciones de leyendas pintorescas, aunque la UNESCO ha
colocado al Olonjo (la narración cantada de epopeyas
heroicas) en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad. Es difícil encontrar referencias, y la única fuente
relacionada con los eventos explosivos tiene pinta de estar contaminada:
es demasiado obvia (ciudades flotantes y túneles de hierro, ese tipo de cosas).
Básicamente las creencias hablan de un fenómeno deificado al que se
dan diferentes nombres según sus efectos hayan sido benévolos o no, pero
que consiste en la salida de grandes bolas de luz
desde simas en el suelo acompañadas de gran estruendo, bolas que
finalmente estallan provocando la devastación del área circundante. Esto
está vinculado a Agdy -el dios del Trueno, con aspecto
de anciano- y sus Pájaros de Trueno (grandes, negros y de hierro con
fieros ojos brillantes) que habitan en el inframundo, Khergu (Suslov, 1931).
El primero de estos objetos que interactuó con las tribus nómadas no
provocó ningún daño y el segundo aniquiló a un pueblo vecino enemigo,
con lo cual el demonio se denominó como Niurgun Bootur “campeón ardiente”. Aquí se puede oír parte de la epopeya.
Siglos después ocurrió un evento similar con resultados desastrosos: esta vez apareció Uot Usumu Tong Duurai,
lo que se puede traducir como “el extranjero criminal que perforó la
tierra y ocultado en las profundidades, destruyó todo a su alrededor con
un torbellino ardiente”. Cabe indicar que también antes del objeto
principal se vio otro, el mensajero divino Dyesegei — el campeón Kiun Erbiie que
cruzó el firmamento como una estrella fugaz para advertir a Niurgun
Bootur de la batalla que venía. Entonces Niurgun Bootur luchó contra
Tong Duurai, desencadenando un cataclismo. Este tipo de “combates” se
han repetido raramente, por lo visto la última vez hacia el siglo XIII.
Por los resultados de las investigaciones arqueológicas realizadas en la
región superior del Viliui por S. A. Fedoseyeva (Arkheologicheskiye pamyatniki Yakutii: basseyny Vilyuya, Anabara i Oleneka,
1991), el establecimiento intermitente, por épocas, de este territorio
se puede remontar aproximadamente al cuarto milenio A.C.. Pasado el
primer milenio D.C., la línea del desarrollo histórico se interrumpe – y
esto no contradice la fecha posible de la última explosión histórica
tradicionalmente constatada, en 1380.
Esta historia de proyectiles explosivos partiendo de pozos subterráneos recuerda bastante a las historias indígenas que rodean a las míticas ciudades perdidas del Amazonas, que según la narración de Karl Brugger sobre Akakor
formaría parte de un sistema de defensa sumamente sofisticado, aunque
también puede recordarnos a misiles nucleares o a emanaciones
volcánicas. Es bueno apuntar la referencia pero mejor no dejarse llevar
demasiado por la imaginación.
Teorías
Partiendo de lo más racional a lo más aventurado, las teorías acerca de estas estructuras son poco más o menos las siguientes:
- No existen. Es todo mentira. Las historias populares sobre calderas
de hierro son sólo tradiciones populares, y sobre ello se construyó el
montaje de las “cosas” alienígenas mediante retoques fotográficos,
manipulación de datos y aprovechando lo poco que se conoce la región.
- Se trataría de alguna formación geológica no clasificada, algún
tipo de cueva sobre la que se depositaran óxidos férricos, geodas
gigantes o tal vez burbujas de lava (recordemos los túneles de lava
de las Canarias). Tal vez la misma actividad volcánica residual podría
explicar las sacudidas y las emisiones de material que describen las
leyendas.
- Son construcciones de alguna cultura desconocida, anterior a la
llegada de los pueblos nómadas e incluso anterior a los tiempos en que
Siberia se convirtió en una tundra helada. Lo curioso es que no persista
ningún resto de artefactos o escritura en este entorno.
- La teoría de Uvarov es la más exótica: se
tratarían de instalaciones de alguna civilización desconocida
(¿terrestre o no?) de increíble tecnología y funcionamiento automático,
cuya finalidad sería proteger al planeta del impacto de objetos
celestes. Otras instalaciones se repartirían por el globo formando un
escudo de defensa; el evento de Tunguska sería un ejemplo de cómo
“Niurgun Bootur” abrió fuego sobre un fragmento cometario, a tiempo de
evitar el impacto pero demasiado tarde para evitar la devastación de
aquella región en 1908. Pero como se suele decir, afirmaciones
extraordinarias requieren pruebas extraordinarias…
La dura realidad
El
gran problema de todos estos datos es que no podemos comprobar su
veracidad ni tampoco negarlos abiertamente. La inmensidad boscosa de
Siberia resulta muy difícil de explorar, y a menudo los propios nativos
se confunden de una estación a otra ya que la geografía es monótona y
variable: son las masas vegetales las que cubren, descubren y forman
hitos para poder moverse. Es posible que los nuevos medios -GPS,
fotografía satelital- fuesen de gran ayuda, pero también son caros.
Por otra parte está la contaminación informativa: gran parte de lo
que sabemos proviene de una o dos fuentes poco fiables, y me ha costado
trabajo extraer los puntos verificables. por ejemplo las leyendas de
Niurgun Bootur existen, así como el tratado de antropología ártica de
Fedoseyeva, pero no he encontrado ninguna información sobre el
“terremoto y gran oscuridad” coincidente con la batalla del Campo de
Kulikovo en septiembre de 1380 ni datos independientes acerca de otros
casos de hallazgos de olguis.
Valery Uvarov
Casi toda la información que hay en la red concerniente al tema
consiste en la reiteración de un texto escrito por un tal Dr. Valery
Uvanov, director de la Academia de Seguridad Nacional
rusa. Leyendo la letra pequeña descubrimos que lo es concretamente del
Departamento de Investigación OVNI, Paleociencias y Paleotecnología de
dicha Academia.
Las informaciones repetidas en castellano, inglés, francés e italiano,
por poner algunas, repiten párrafo por párrafo el artículo de Uvarov.
Esto es propio del periodismo de hoy en día, pero me picaba un poco la
curiosidad por la horizontalidad de los datos, y el misterioso cargo
académico: la Academia de Ciencias rusa tiene, ciertamente, el mayor
instituto de paleontología del mundo, pero nada parecido a
“paleotecnología” (que por otra parte es un término que me encanta). Al
final, resulta que la “Academia de Seguridad Nacional” es una
institución privada sin ánimo de lucro, registrada en Vsevolojsk*,
Koltusheskoe shosse, 138. Por lo visto Uvarov utiliza esta sociedad para
sostener sus giras y conferencias por el mundo, aunque en Rusia poco
saben de él. Aparece también en algunas páginas de ufología
promocionando temas de energía piramidal, OVNIs en el pasado y además
colabora con la revista NEXUS que trata de estos mismos temas.
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