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lunes, 14 de enero de 2013
El Incidente Roswell
Amigos aca les dejo un link donde hay mas información acerca del caso roswell ademas de cronicas y algunos encuentros OVNI's http://www.grupoelron.org/temasextraterrestres/incidenteroswell.htm
El Caso Roswell
Los
titulares eran espectaculares: "La RAAF captura un platillo volador en
un rancho de Roswell", "El Ejército declara que ha encontrado un disco
volador", "El Ejército encuentra un platillo volador en un rancho de
Nuevo México". El 8 de julio de 1947, el oficial de prensa de la base de
las Fuerzas Aéreas estadounidenses en Roswell (Roswell Army Air Field,
RAAF) había lanzado la noticia más importante del siglo.
La primicia se divulgó al mediodía, hora de Nuevo México, y debido a las diferencias horarias en EE UU llegó tarde a la mayoría de los periódicos de la mañana, pero apareció en algunos vespertinos. La nota de prensa inicial fue ampliada por la base aérea, y tanto la oficina del sheriff como los periódicos locales fueron asediados por una ansiosa opinión pública. De pronto, en medio de tanta expectación, el Ejército cambió su versión: no era un ovni, sino sólo un globo.
Los
titulares del día siguiente daban por zanjada la historia: "La noticia
sobre los platillos voladores pierde interés; el "disco" de Nuevo México
es sólo un globo meteorológico". Durante algunos días, en muchos
periódicos aparecieron imágenes de los supuestos restos, y luego cesó la
información sobre el incidente durante treinta años.
La historia
del platillo accidentado habría permanecido ignorada de no haber sido
por una conversación casual entre el físico nuclear Stanton Friedman y
el director de una televisión de Luisiana. Un día de 1978, mientras
esperaba para ser entrevistado acerca de sus trabajos sobre ovnis,
Friedman entabló conversación con el director de la emisora, quien le
dijo que debía hablar con un hombre llamado Jesse Marcel. "Cuando estuvo
en el Ejército, Marcel llegó a tocar fragmentos de uno de esos
platillos voladores. Ahora vive en Houma, Luisiana."
Un Testigo Presencial
Al día siguiente, Friedman se puso en contacto con Jesse Marcel, oficial de información de la RAAF cuando ocurrió el presunto accidente, cerca de Corona, a 120 km de Roswell. Marcel dijo que se le ordenó recoger los restos y entregarlos en Wright Field (Ohio), donde el Ejército almacenaba material capturado al enemigo. No recordaba las fechas exactas.
Al día siguiente, Friedman se puso en contacto con Jesse Marcel, oficial de información de la RAAF cuando ocurrió el presunto accidente, cerca de Corona, a 120 km de Roswell. Marcel dijo que se le ordenó recoger los restos y entregarlos en Wright Field (Ohio), donde el Ejército almacenaba material capturado al enemigo. No recordaba las fechas exactas.
Mientras
esto sucedía, el oficial de prensa, Walter Haut, anunciaba oficialmente
la noticia, que sería desmentida ese mismo día afirmando que se trataba
de un globo meteorológico.
El ufólogo
William Moore, que colaboraba con Friedman, obtuvo el relato de un
testigo que daba un marco temporal a los acontecimientos. En el primer
número de Flying Saucer Review, la presentadora de televisión Hughie
Green declaraba que, cerca de Filadelfia, escuchó en la radio del coche
que el Ejército había recuperado un ovni. Trató de averiguar algo más
sobre el caso, pero no lo consiguió. Aunque no fuera mucho, tenía una
fecha: finales de junio o principios de julio de 1947.
Investigación en Profundidad
Moore encontró los periódicos del 8 de julio de 1947 que cubrían el suceso de Corona-Roswell. En los artículos aparecían las fechas y los nombres del ranchero, el sheriff y el personal de la RAAF. Friedman y Moore entrevistaron a 62 personas relacionadas con el acontecimiento, entre ellas Bill Brazel (hijo del ranchero que halló los restos), algunos vecinos -como Loretta Proctor- que incluso habían recogido piezas, y el hijo de Jesse Marcel.
Moore encontró los periódicos del 8 de julio de 1947 que cubrían el suceso de Corona-Roswell. En los artículos aparecían las fechas y los nombres del ranchero, el sheriff y el personal de la RAAF. Friedman y Moore entrevistaron a 62 personas relacionadas con el acontecimiento, entre ellas Bill Brazel (hijo del ranchero que halló los restos), algunos vecinos -como Loretta Proctor- que incluso habían recogido piezas, y el hijo de Jesse Marcel.
Haut, el
oficial de prensa que había dado a conocer la historia, aún vivía en
Roswell, y gracias a su anuario se pudo localizar a otros testigos y
obtener detalles del suceso. En 1986, Friedman y Moore ya habían
entrevistado a 92 personas y publicado seis artículos. Friedman
convenció a los productores de Misterios Sin Resolver de la conveniencia
de emitir un reportaje sobre Roswell en su programa en la NBC-TV. En
agosto de 1989, mientras filmaban en Roswell, Friedman conoció a Glenn
Dennis, antiguo trabajador de la Funeraria Ballard, que prestaba sus
servicios a la base aérea.
Por primera
vez, Glenn mencionó las anomalías habidas en el hospital de la base en
el verano de 1947. No sólo fue consultado sobre la manera de tratar
"cuerpos pequeños", sino que fue expulsado por la fuerza del hospital en
su siguiente visita.
¿Tenían
cuerpos de extraterrestres hallados en el lugar del accidente? Dennis
así lo cree. Según dice, conoció a una enfermera de la base que le
comentó que dos doctores habían practicado la autopsia a unos cadáveres
"muy malolientes". Según Dennis, esos cuerpos tenían la piel
gris-marronosa, cabezas grandes, hendiduras u orificios como nariz,
orejas y boca, cuatro finos dedos, sin pulgar, y carecían de pelo.
Después de varios encuentros con Dennis, la enfermera desapareció, en
apariencia trasladada a Gran Bretaña, pero cuando trató de ponerse en
contacto con ella sus cartas le fueron devueltas con el sello "Difunta".
Esa emisión
de Misterios sin resolver en septiembre de 1989, fue todo un éxito: fue
vista por 28 millones de personas en EE UU. Le siguió una avalancha de
libros, programas de TV y ataques de detractores. Por entonces, los
investigadores se habían dividido en dos facciones: si bien ambas
estaban de acuerdo en que se había estrellado un ovni en el rancho
Foster, una, en la que figuraba el propio Friedman, creía que había
ocurrido un segundo accidente, en San Agustín (Nuevo México).
¿Otro OVNI?
La teoría de un segundo accidente se basa sobre todo en los testimonios de dos testigos clave. El primero, Gerald Anderson, se puso en contacto con Friedman después de ver en 1990, la reposición del documental de Misterios sin resolver En aquella época, el otro testigo, Grady Barnett, había relatado su historia a dos amigos que posteriormente informaron a Friedman.
La teoría de un segundo accidente se basa sobre todo en los testimonios de dos testigos clave. El primero, Gerald Anderson, se puso en contacto con Friedman después de ver en 1990, la reposición del documental de Misterios sin resolver En aquella época, el otro testigo, Grady Barnett, había relatado su historia a dos amigos que posteriormente informaron a Friedman.
Ambos
testigos contaron casi lo mismo: el descubrimiento de los cuerpos de
extraterrestres en el lugar del platillo accidentado. Según Anderson,
uno de los alienígenas había sobrevivido al aterrizaje forzoso.
Entretanto, empero, Barnett había fallecido y la historia de Anderson no
pudo ser contrastada. Muchos ufólogos no acaban de creer en el
accidente de San Agustín.
Los hechos
de Corona gozan de una mayor credibilidad. En la obra de Friedman Crash
at Corona, escrita en colaboración con Don Berliner y publicada en 1992,
se resuelven algunas de las incógnitas de la historia. Ahora sólo queda
por ver qué puede dar de sí la desclasificación de la documentación
oficial relativa al caso, ordenada en junio de 1997.
Roswell: La Historia Completa
La historia del accidente de Roswell empezó el 2 de julio de 1947, cuando Mac Brazel oyó una fuerte explosión en plena tormenta eléctrica.
La historia del accidente de Roswell empezó el 2 de julio de 1947, cuando Mac Brazel oyó una fuerte explosión en plena tormenta eléctrica.
A la mañana
siguiente, Brazel, que era el administrador del rancho Foster, situado
entre Roswell y la ciudad de Corona, salió a inspeccionar una bomba de
agua. Por el camino descubrió una zona de un kilómetro de longitud
sembrada de restos de un material que, cuando se doblaba, se volvía a
enderezar espontáneamente.
También
había trozos de lo que más tarde se vino a llamar las "viguetas en I",
que tenían grabados unos extraños símbolos de color azul lavanda. Esas
viguetas eran tan livianas como la madera de balsa y no podían romperse
ni quemarse.
El 6 de
junio, Brazel volvió al lugar, cargó los restos que pudo en su vieja
camioneta y los entregó al sheriff de Roswell, quien a su vez los mostró
al comandante Marcel. Éste los examinó y comentó que eran de un
material muy extraño y totalmente diferente a lo que había visto.
Como
oficial de información de la única unidad de bombardeo atómico del
mundo, el parecer de Marcel merecía cierta credibilidad. El jefe de la
base de Roswell, William Blanchard, ordenó a Marcel y a Sheridan W.
Cavitt, un oficial de contraespionaje, que acompañasen al ranchero hasta
el lugar y recogiesen los restos.
El Hallazgo
En su libro Crash at Corona, Friedman recoge el testimonio de Marcel: "Los restos estaban esparcidos por una superficie inmensa. No eran de algo que se hubiese estrellado o hubiese estallado al chocar con el suelo. Eran de algo que explotó mientras volaba a gran velocidad. Mi opinión como entendido en aviación es que aquello no era un globo meteorológico ni un avión ni un misil".
En su libro Crash at Corona, Friedman recoge el testimonio de Marcel: "Los restos estaban esparcidos por una superficie inmensa. No eran de algo que se hubiese estrellado o hubiese estallado al chocar con el suelo. Eran de algo que explotó mientras volaba a gran velocidad. Mi opinión como entendido en aviación es que aquello no era un globo meteorológico ni un avión ni un misil".
Los dos
hombres cargaron en sus vehículos todos los trozos que pudieron, dejando
una gran cantidad de ellos. En el viaje de regreso a Roswell, Marcel se
detuvo en su casa para enseñar algunos de los restos a su esposa y a su
hijo.
A la mañana
siguiente, el coronel Blanchard ordenó que se aislase la zona. Envió un
grupo de soldados y policías militares al rancho, y se procedió a una
búsqueda minuciosa por toda la zona. De vuelta a Roswell, el teniente
Haut, el oficial de prensa, anunció la captura de un plato volador. La
noticia fue difundida por la radio local y apareció en las ediciones
vespertinas de los periódicos de la zona.
Mientras
tanto, el comandante Marcel recibió orden de embarcar los restos del
presunto platillo volador en un B-29 y trasladarse con ellos a Wright
Field (actual base de Wright-Patterson), en Ohio, haciendo escala en el
cuartel general de la 8a. Fuerza Aérea, en Fort Worth (Texas).
Mientras,
en Washington, el jefe del Mando Aéreo Estratégico había tenido noticia
del caso y se había puesto en contacto con el jefe de Estado Mayor de
Fort Worth, al que encargó que inventase una historia alternativa y que
dejase la gestión del incidente en manos del general Roger Ramey, el
jefe de esa base.
Cuando
Marcel aterrizó en Fort Worth, Ramey le dijo que no comentase nada, que
él se hacía cargo del asunto. Irving Newton, el meteorólogo de la base,
llevó al lugar de los hechos unos trozos de un globo meteorológico y de
un reflector de radar, hecho de hoja de aluminio y varillas de madera.
Marcel posó con esos restos falsos y se dijo a la prensa que se había
cometido un error, que no era un platillo volador, sino un reflector de
radar.
La nueva
versión de la historia fue emitida a las 17 horas, demasiado tarde para
los periódicos, excepto para la última edición de Los Ángeles Herald
Express. El subtítulo decía "El general cree que se trata de los
fragmentos de un radar meteorológico".
Hallazgo de Cuerpos
La limpieza del rancho Foster y de sus alrededores duró una semana, durante la cual se prohibió a Marcel que hablase con nadie. La búsqueda de restos se amplió y, dos días más tarde, se encontró el elemento principal del platillo volador y, a sólo 1.600 m de éste, los cadáveres de unos extraterrestres.
La limpieza del rancho Foster y de sus alrededores duró una semana, durante la cual se prohibió a Marcel que hablase con nadie. La búsqueda de restos se amplió y, dos días más tarde, se encontró el elemento principal del platillo volador y, a sólo 1.600 m de éste, los cadáveres de unos extraterrestres.
En 1990,
Stanton Friedman entrevistó a un fotógrafo militar -identificado sólo
como FB- que declaró haber visto unos cuerpos en un campo cercano a
Corona. FB estaba destinado en la base aeronaval de Anacostia
(Washington DC), cuando él y otro fotógrafo recibieron la orden de ir a
Roswell. Una vez allí, los dos hombres fueron conducidos a una tienda
montada en un campo y se les dijo que fotografiasen su contenido. "Ví cuatro cuerpos", afirmó FB. Las cabezas le parecieron desproporcionadamente grandes.
Desde enero
de 1995, en más de treinta países se han difundido fragmentos de la
supuesta autopsia de un extraterrestre. El aspecto del presunto
alienígena de la película concuerda con las descripciones de algunos
testigos oculares, y el cámara afirma haber rodado el reportaje el 31 de
mayo de 1947, cerca de Socorro (Nuevo México). ¿Pudo ocurrir un tercer
accidente OVNI?
Entrevista a Gerald Anderson
El único
testigo vivo del caso Roswell se llama Gerald Anderson . Cuando se le
realizó la entrevista tenía 53 años. Vive en Springfield, Missouri,
Estados UnidosDurante cuarenta años se mantuvo en silencio por “miedo a
las represalias” hasta que en 1989 decidió contar la increíble
experiencia que había vivido junto a sus padres, su hermano, su tío y su
primo.
En 1947
Anderson vivía en Nuevo México , tenía apenas cinco años y medio , y lo
que protagonizó le provocó sorpresa y excitación.
Su relato
fue sometido a un detector de mentiras y a prueba regresiva bajo
hipnosis. Nunca se contradijo . Hoy, después del video donde se mostró
la autopista a un supuesto ET, su testimonio arroja nueva luz sobre el
sonado caso. A pesar de un bloqueo coronario , y más allá de miedos ,
silencios y presiones, el recuerdo de Anderson prevalece sobre el
olvido. Esta es su verdad...
“Ví un OVNI y cuatro extraterrestres”
El sol es
un manto de fuego. El chico siente que el aire caliente le perfora la
nariz y lo sofoca. Detesta este clima, aunque sus padres le habían dicho
que ya pronto se acostumbraría. Hacía apenas un mes que su familia se
había mudado a Alburquerque, Nuevo México. El clima y el entorno social
eran mejores en el norte, donde había nacido y crecido, pero su papá era
operador de maquinarias de precisión y soñaba con trabajar en Sandia
Corporation, la prestigiosa instalación militar y nuclear de Nuevo
México. Los ojos del chico ahora buscan sombra en algún lugar de la
planicie, pero no la encuentra.
Escucha
decir a su padre que apenas son las once de la mañana, pero que el calor
debe andar ya por encima de los 45°. De pronto siente una sed
irreprimible, pero decide callar. Sabe que no habrá nada que tomar hasta
llegar al rancho de unos conocidos de su familia, que viven a treinta
minutos en auto de allí. Primero intenta entrenerse tirándoles piedritas
a Glenn, su hermano mayor, o cruzando sonrisas de complicidad con su
primo Víctor, también mayor y más travieso que él. Después, se dedicó a
lo que realmente habían venido a hacer a ese remoto lugar llamado
Planicies de San Agustín: buscar atractivas piedras de colores que su
hermano luego cambiaría por cigarrillos, asegurándole una propina y a
veces unas pitadas a él. De pronto, sus ojos quedaron atrapados en un
objeto que emitía reflejos de luz, como a unos 100 metros de donde
estaban.
Su papá y
su hermano mayor también lo vieron, pero pensaron que provenía de alguna
botella rota de vidrio en la que se reflejaba el Sol. A medida que se
acercaban al lugar, la intensidad de la luz era mayor y ahora toda la
familia se preguntaba qué era lo que estaban viendo. Cuarenta metros mas
adelante, Gerald (Jerry) Anderson, que entonces tenia cinco años y
medio, vió algo que alguna vez imaginó de forma similar en alguna
revista de historietas o de ciencia ficción: “Nunca supe si mi sorpresa
fue mayor que mi excitación (confiesa ahora sentado en el living de su
casa en Springfield, estado de Missouri). Lo único que sé es que esa
experiencia cambió para siempre mi vida y mis creencias”.
Hoy, a los
60 años, el recuerdo de Anderson de ese incidente está tan vivido como
cuando era chico. Por su vida ya pasaron muchas cosas, buenas y malas:
vivió 18 años contra su voluntad en Alburquerque, se mudó al norte, se
casó y se divorció, fue sheriff en un pequeño pueblo de Missouri, se
volvió a casar. Ahora es director de seguridad en la Universidad de
Missouri, es un devoto de la iglesia Episcopal, y después de superar un
terrible bloqueo coronario que casi le produce un infarto, siente que
“nació de nuevo”. Solo que lo que vio en Planicies aquel día lo marcó
para toda la vida. “Lo peor es que no podía contarle a nadie mi
experiencia ni tampoco olvidarla. La llevé toda la vida simultáneamente
como una cruz y un orgullo”, sigue.
Tiene
sonrisa franca y mirada transparente. Cuando habla, su voz ronca,
emitida desde casi dos metros de estatura, infunde respeto y seguridad.
Siempre tuvo claro que su historia es única. Hoy, con su familiares de
entonces y otos protagonistas del incidente, ya fallecidos, Gerald
Anderson se levanta como el único testigo vivo del caso Roswell.
Curiosamente, fue un accidente lo que motivó que su testimonio sea hoy
conocido en todo el mundo: en 1989, tras ver en televisión el programa
"Misterios de lo desconocido", dedicado al incidente Roswell, Anderson
decidió llamar al número que aparecía en pantalla, explicando quién era.
Habían pasado poco menos de 45 años de aquel episodio. “Me dí cuenta de
que los protagonistas originales ya habían fallecido y los otros
testimonios eran de segunda o tercera mano (comenta). Supuse que mi
aporte podía ser muy útil para esclarecer la verdad”.
Anderson
creyó que ya había llegado la hora de salir de la oscuridad y del
silencio, de desafiar las amenazas gubernamentales, de contar la
experiencia tal cual la había vivido, sin miedos, presiones ni tapujos.
Su testimonio, que se trancribe a continuación, es único y revelador. Un
documento histórico.
“El primero
que dijo algo fue mi primo Víctor. ‘Allí hay algo raro’. Estábamos como
a unos cien metros de un objeto plateado y circular que estaba como
clavado en ángulo en la tierra. Alrededor del objeto había vegetación
quemada, algunos arbustos que todavía ardían, dos o tres árboles que
habían sido como cortados en dos, con el tronco aparentemente quemado en
la parte superior. ‘Aquí se estrelló algo -dijo papá- No sé si es un
dirigible o algo asi’. En esos momentos, ya estábamos como a unos veinte
metros del artefacto y allí fue cuando mi hermano gritó: ‘esto es una
nave espacial... son marcianos’, entonces empezábamos a enloquecer,
caminando, hablando entre nosotros y dando vueltas alrededor del disco.
De pronto, sentí mucho miedo. Sobre todo cuando a ví tres criaturas
tendidas en el suelo, junto al disco volador. Otra estaba sentada. Dos
de los que estaban tirados, directamente no se movían. Tenían como una
especie de vendajes por todos lados y uno llevaba incluso su brazo
cubierto con esas tiras que parecían de tela. Me acerqué a uno de ellos,
que tenía una venda a la altura de la cintura y otra en el hombro.
El que
estaba sentado se puso de pie y aparentemente estaba ayudando a los
demás con estas vendas que digo. Uno de los que estaba justo al lado
suyo respiraba entrecortadamente, de manera inusual. Era obvio que tenía
mucho dolor. Los otros dos permanecían inmóviles. El único que se
movía, como dije antes, era el que al principio estaba sentado, y al
vernos se asustó. Comenzó a retroceder, presa del pánico. Al principio
mis familiares y yo solo emitíamos exclamaciones de sorpresa.
El más
excitado era mi primo Víctor, que saltaba de un lado al otro, metiéndose
por todas partes, entre confundido y temeroso. Mi hermano Glenn estaba
mirando el disco y sacó del paso a Víctor, quien estaba metiendo la
cabeza por la rajadura que la nave tenía al medio, para sentarse sobre
la misma, con una pierna adentro y otra afuera del plato volador. Glenn
le pidió que no se acercara tanto, no fuera cosa que el disco explotara.
Luego Glenn
lo imitó a Víctor, subiéndose a la rajadura y sentándose al medio, con
una pierna afuera y otra dentro del objeto. Yo estaba allí, mirándolos.
Mientras
tanto mi papá y Ted estaban arrodillados al lado de la criatura que
estaba viva, y Ted trataba de hablarle. La criatura no le respondía.
Cuando alguien se movía, la criatura se espantaba, retrocedía y
levantaba sus manos al unísono, como temerosa de que le hicieran daño.
Parecía estar bien, aunque había un par de roturas en su uniforme. En
cambio, sus compañeros estaban visiblemente heridos, y sus uniformes
estaban destrozados. ¡Parecía que venían de una terrible guerra! Sin
embargo, no ví nada que se pareciera a sangre. Pero sí observé una caja
de metal cerca de la criatura que estaba con vida. Dentro de la misma,
había ese tipo de tela para vendas, como la que cubría parte de los
cuerpos. Creo que era un botiquín de emergencias.
El que
respiraba entrecortadamente parecía tener una pierna fracturada o algo
así. Los demás no mostraban deformidades o algo parecido. Toqué a una de
las criaturas y no se movió. Por la manera en que tenía los ojos, como
mirando al vacío, me pareció que estaba muerto. Recuerdo que cuando lo
toqué estaba muy frío. Me pregunté por qué no había tapado los cuerpos
de sus compañeros. Yo creo que cubrimos a nuestros muertos porque nos da
miedo mirarlos. Pensé que esa costumbre tiene sentido aquí, en la
Tierra, pero quizás para ellos no.
En un
momento pensé que eran muñecos. Había algo que no parecía real en ellos,
aunque uno se movía y reaccionaba. Recuerdo haber puesto mi mano contra
el disco y noté que su superficie estaba fría, como si adentro
estuviera refrigerado. Como estábamos bajo el Sol ardiente, en medio de
un desierto, lo normal hubiese sido que el aparato caído tuviese altas
temperaturas, pero no.
El área
adyacente adonde puse mi mano también estaba muy fría, comparada con
otras cercanas. En realidad, alrededor nuestro hacía mucho calor, pero
cerca del disco estaba muy frío”.
-¿Cuan cerca estaba usted del extraterrestre vivo?
-Yo diría
que poco menos de un metro. No me acerqué tanto como papá y mi tío.
Ellos estaban agachados a su lado. En un momento, mi tío Ted tocó al que
estaba vivo en el hombro, como tratando de consolarlo. A esa altura, la
criatura ya no retrocedía con temor, con las manos en alto, como antes.
-¿Por qué fue usted detrás del disco?
-Porque mi
hermano Glenn ya estaba allí, En realidad, quería saber que hacía mi
hermano, quien estaba metiendo la cabeza tan adentro que hasta se
lastimó la cara. También alcancé a ver lo que había adentro. Parecían
como componentes electrónicos, de propulsión o algo así . Estaban todos
conectados entre si por cables muy delgados que colgaban hacia afuera de
la rajadura. Algunos de ellos volaban al viento como si fueran colas de
caballo, y tenían luces por todos lados, que también oscilaban y
titilaban. Cuando la brisa las movía, parecían ser de fuego.
En el
centro de la nave había algo así como jeroglíficos de color rojo, aunque
como sellados sobre un fondo marrón. Algunas luces se apagaban y
prendían, unas de color verde y otras de ámbar.
-¿Eran del mismo color de las luces que colgaban fuera de la rajadura?
-Algunas
eran de color rojo luminoso, otras brillantes pero más blancuzcas.
Algunas, sobre todo las rojas, eran muy brillantes y con intensidad
fluctuante, a veces realmente brillosas y otras difusas. Yo nunca llegué
a meter tanto la cabeza dentro de la rajadura como mi hermano Glenn,
quien me dijo que hacía mucho frío allí.
-¿Cuán grande era la rajadura?
-Yo diría
que de unos tres metros. Comenzaba casi desde la parte más baja del
disco e iba casi hasta la cima de la bóveda superior. Estimo que debía
tener alrededor de un metro de ancho. La rajadura era elípticamente
vertical, como un paréntesis gigantesco. La parte más ancha parecía ser
hacia el centro. Lucía como si algo adentro hubiera explotado,
abriéndola y doblando su material exterior, dejándole bordes muy
filosos. También había un olor muy fuerte, parecido quizás al alcohol o
algo así. Esto fue lo que motivó que mi padre le repitiera a mi hermano
mayor que no fumara a riesgo de que explotara todo.
Fue en ese
momento que un grupo de cinco estudiantes universitarios y su profesor,
el doctor Buskirk (no recuerdo su primer nombre), se acercaron al lugar
del hecho. Estaban realizando una excavación arqueológica a pocos
kilómetros de allí, pero después de ver la noche anterior lo que
creyeron era un meteorito que se había estrellado, se largaron a
inspeccionar el área. Al llegar y ver lo mismo que mis familiares y yo,
sus reacciones fueron muy similares.
Primero se
sorprendieron y luego entraron en shock. Recuerdo que Buskirk le dijo a
papá que él hablaba varios idiomas y trató de comunicarse con el
extraterrestre, pero sin éxito. Luego, Buskirk intentó entenderse
mediante signos, pero también fue en vano.
-¿Qué pasó después?
-Llegó el
ejército y empezó el terror. El que daba las órdenes era un pelirrojo de
malos modales, soberbio y omnipotente. Lo acompañaba un soldado negro
que ejecutaba todo lo que su superior le pedía. Rodearon todo,
apartándonos con la culata de sus fusiles y ordenando que no abriéramos
la boca. En pocos minutos aquello parecía una invasión. A papá le
dijeron que si hablábamos ese episodio con alguien nos enterrarían vivos
en el desierto. Como papá estaba por entrar a trabajar en Sandia
corporation, pidió que hiciéramos caso: no quería ensuciar sus
antecedentes. Yo dije que me moría de sed y me negaron agua. Nunca lo
voy a olvidar.
-¿Los echaron del lugar?
-Nos
ordenaron: -“¡váyanse por allí, no miren para atrás y no abran la
boca!”.- Mientras nos íbamos en el auto, vimos cientos de soldados en
camiones y a pie, y aviones que habían aterrizado en la ruta.
-¿Nunca habló de ésto con nadie?
-Únicamente
con mi hermano y cuando estábamos solos. A veces, mientras jugaba con
mis amigos, también se me escapaba algo. Papá y tío Ted siempre
mantuvieron silencio, aunque me consta que cuando se retiró de Sandia,
muchos años después del incidente, mi padre se lo contó a un amigo.
-¿Alguna vez tuvo sueños o pesadillas con respecto a los ET?
-Nunca
-¿Por qué dejó pasar tantos años para hablar?
-Por temor a
las amenazas y a que si contaba algo me tomaran por loco. Pero cuando
ví en TV que otros testigos también habían salido al frente, opté por el
mismo camino.
No busco
fama ni dinero con todo esto. De hecho, después de mi problema
coronario, me mudé y solo unos pocos conocidos pueden ubicarme. A esta
entrevista accedí porque me lo pidió Staton Friedman, un investigador
serio que respeto y admiro porque busca la verdad.
-¿Hay alguna corroboración científica de que usted dice la verdad?
-Ya me
sometieron dos veces a un detector de mentiras. Además, el psicólogo
norteamericano John Carpenter también me hipnotizó varias veces. El
resultado fue invariablemente el mismo: mi experiencia existió y es
auténtica. Mi relato no tiene contradicciones.
-Obviamente, usted cree que hay vida extraterrestre...
-¡Por
supuesto! Hay que mirar detenidamente el cielo de noche para darse
cuenta de que a la luz del Cosmos todo lo que parece crucial e
importante en la Tierra, tiene menos significado y dimensión que la que
le damos los terrestres.
Curiosamente,
Anderson jamás volvió al lugar de los hechos hasta 1990, o sea 43 años
después. Lo hizo como parte de una comitiva de investigación, financiada
por el empresario americano Robert Bigelow, junto al especialista
Staton Friedman y el psicólogo John Carpenter, quien había realizado ya
varias sesiones de hipnosis regresivas con Anderson.
Llegaron a
las Planicies de San Agustín en helicóptero. “Anderson saltó tan pronto
como tocamos tierra y corrió hacia el lugar donde recordó haber visto el
plato volador incrustado y su tripulación de 4 ET (explica Friedman).
Su excitación era inocultable y creaba una atmósfera de autenticidad,
mientras nos llevaba de un lado al otro, señalando, gesticulando y
repitiendo frases textuales de él y sus familiares aquel dia”.
Anderson
recordó que en aquella época, en ese lugar solo había planicies, caminos
de barro, alguno que otro rancho rústico y un molino de viento. En 1990
todo estaba igual, salvo el agregado, un tanto más al norte, de un
grupo de 27 radiotelescopios llamados The Very Large Array, que se
extiende a lo largo de unos 20 kilómetros, configurándose conjuntamente
en un suerte de letra “Y”, seguramente el radiotelescopio más grande del
mundo. Después de observar las reacciones de Anderson en el lugar del
hecho, el psicólogo resumió: “No hay fundamentos para dudar de su
honestidad ni de sus motivaciones. Además, tanto en el relato que hizo
in situ como en los previos que realizó bajo hipnosis durante un año, no
hay contradicciones. Estoy convencido de que dice la verdad tal cual la
vió y la vivió”.
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